Ya no sé qué hacer. Si mis intentos por acercarme solo
consiguen que palpe la distancia más de cerca.
Si mis ojeras delatan las noches
en las que mi cabeza no da más que vueltas.
Si mis reyertas internas entre
mente y corazón no terminan por abrir ninguna puerta.
Ya no sé qué hacer.
Si el placer de amarnos reside en el fruto del árbol
prohibido.
Si el ruido de la ciudad no calla, anestesiando nuestros sentidos.
Si el gentío que nos rodea se codea con la codicia.
Y las delicias del jardín
hacen de él sitio sombrío.