sábado, 23 de enero de 2016

Inercia.

Y de un día para otro dejas de ser un niño. Cuando te das cuenta, aquel amigo del colegio ha pasado de jugar con la pelota, a coquetear con las drogas. Lala y Paco ya no venden golosinas en el estanco. Mamá dejó el curro después de tantos años explotada. Ya no me cuida mi hermana. Ya no hace falta. Casi que ya no puedo coger en peso a mi sobrino.
Ya rara vez me acuerdo de ella, de su perfume, de su lunar en la mejilla. Con el tiempo olvidé nuestros paseos por el parque, los besos en bancos, las caricias en portales. Ya no sueño con vivir de la pelota. Fui ingenuo soñando esa utopía. Ya ni si quiera tiro canastas en el poli hasta que se pone el sol.
No hay metas, ni sueños. Ni amor ni ilusiones. Tan solo queda una inercia que diluye esta crisis de aspiraciones.
Y si estudio una carrera es porque la cosa esta jodida. Que si "estudia inglés y vete fuera", que si "búscate la vida", "hay que ser emprendedor, ganarse la comida". "Periodismo? Pero eso tiene salida?"
Salida de qué? Si ni esta vida la tiene. Ni el rap, ni la poesía, ni nada que me llene. Nada de lo que creo tiene valor. Aunque dadas las circunstancias es un honor, un cumplido. Hace falta el altruismo en este mundo retorcido.
Hoy es uno de esos días en los que nada parece tener sentido, en los que el irritante sonido del despertador es el único motivo por el cual levantarse de la cama.
Uno de esos días en los que nadie logra comprenderte y cualquiera puede resultar un completo extraño.
Uno de esos días en los que tus quehaceres son meras obligaciones, de esas que te juraste no tener una vez fueras libre. Pero nunca llegamos a serlo.
La libertad no es más que esa ansiada capacidad, que solo unos pocos privilegiados poseen, de poder mandarlo absolutamente todo a la mierda.
                          
 Fabián Sosa