miércoles, 2 de diciembre de 2015

Poema - Caos

Mi vida es un caos. Mis emociones son un caos.
Y mi habitación lo hace tangible.
Pero total, hace mucho tiempo que no entra nadie aquí,
así que ni me molesto en ordenar esta pocilga.

Estoy bien así. Recuerdos por aquí,
lo que nunca fue por allá.
Algunos abrazos por el suelo,
la papelera rebosando errores.

Pelusas con tu nombre que me recuerdan cada día
que ya es hora de acabar con este desorden.
De soplarle la capa de polvo a este libro
y pasar página, (desdoblando las esquinas).

Pero requiere demasiado esfuerzo.
Al fin y al cabo no se está tan mal aquí.
Disfrutaré del desorden y la soledad.

Solo espero que no entre nadie sin tocar
en lo que exprimo el placer de la nostalgia.

Fabián Sosa


lunes, 16 de noviembre de 2015

Columna de opinión - "La brecha"

Aunque muchos han tratado de negar lo evidente, la lucha de clases es real. Siempre lo ha sido. De hecho, creo que he estado palpando toda mi vida las diferencias de clase. Crecí en un barrio obrero a las afueras de la capital tinerfeña. Mi padre era carnicero y mi madre trabajaba de dependienta en una tienda. Como suelo decir, en mi casa ni sobró la plata, ni faltó un plato. Pero fui de esos hijos de trabajadores que estudió en la concertada. Sobretodo por aquel loco deseo de mi padre de que su hijo recibiese la “buena educación” que él nunca tuvo la suerte de recibir. Aunque eso le costara trabajar unas 14 horas diarias.

Esto hizo que yo llevase algo así como una doble vida. Estudiaba con hijos de futbolistas, importantes abogados, prestigiosos médicos, empresarios y  demás gente de buen ver. Y en mis tiempos libres jugaba en el barrio con hijos de obreros, repartidores, taxistas, parados… Ellos iban juntos a la pública. Lo cierto es que rara vez podía jugar entre semana. Yo siempre tenía tarea que hacer mientras ellos marcaban goles, construían casetas con palos o buscaban bichitos en los jardines. En el colegio se jugaba a otro tipo de cosas, como coleccionar y apostar cromos. Yo tenía miedo a apostar mis cromos y perderlos. Recuerdo que los otros niños del colegio jugaban con ventaja; tenían muchísimos repetidos y los apostaban sin ningún pudor. Nunca llegué a completar la colección.

Nunca olvidaré lo mal que me miraban los chicos del barrio cuando llegaba a casa con aquel refinado uniforme de polo, con escudo al pecho y jersey rojo de pico. Sin duda eso otorgaba cierta distinción a los alumnos del centro. Llevarlo puesto en mi barrio era algo así como una traición a nuestra naturaleza, a nuestra clase. Yo me avergonzaba de ello. Aunque siempre tuve claro a quienes pertenecía. Lo que no sabe mi padre es que la buena educación no la recibí directamente por parte de ese colegio de ricos. Más bien fue la constante e inevitable comparación a la que se vieron sometidos ambos entornos por parte del inocente juicio de un niño que creció saltando cada día la brecha que, inexorablemente, abre el sistema capitalista.

Fabián Sosa.


lunes, 12 de octubre de 2015

Poema - Vida II

Recuerdo cada beso que pudrió la cobardía
en esas noches clandestinas en las que
nos gritábamos con los ojos.

Sin embargo, las palabras
se nos atrancaban en la garganta
y parecíamos dos estúpidos
intentando congelar el tiempo.

Como si el tiempo tuviese tiempo
para pararse a esperarnos.
Como si la ciudad perdiese el vértigo
y la adolescencia fuese eterna.

Una mesa para dos.
Aunque ya sea tarde.
Cenemos cuando amanezca
y que la sobremesa se alargue.

Fabián Sosa


domingo, 11 de octubre de 2015

Poema - Guerrero

Hoy necesito confiarle mi retaguardia a la suerte.
Aunque cada vez que me quite la armadura
sienta el filo de una daga atravesando mi piel.

Ya no puedo más con el peso de esta armadura
que me arrastra hacia las gélidas aguas de la nada,
de lo etéreo.

Hoy este guerrero desenvaina su espada
para más nunca volver a empuñarla.
Cuelga su capa y el yelmo que le impide pensar.

Hoy, dejo al descubierto mi pecho.
Sin coraza mi corazón. Al desnudo.
La presión me pudo, ya no hay escudo.
No lucho, dejo mi ser en manos del amor.

Aunque me cueste la vida, el alma y el cuerpo.
Pues prefiero morir habiendo vivido.
Que haber vivido la vida muriendo.

Relato corto - A ras de suelo.

Ahí estaba yo, como de costumbre. Tirado sobre la rampa de asfalto que conducía a la salida de aquella cárcel a la que todos llamaban "colegio". Siempre, después de ingerir algún menú infumable en el comedor, me tumbaba sobre el asfalto caliente a contemplar tras la rendija inferior de la puerta de acero todos los pies que por delante se paseaban. En realidad no contemplaba los pies, contemplaba la libertad. Envidiaba a todos aquellos pies que andaban libres por esa acera. Podía pasar horas haciéndolo. Imaginaba como todos esos pies autodeterminaban su rumbo fuera de los muros de aquel mustio lugar. Envidiaba a los niños que iban a comer a casa. Esas dos horas y media fuera debían ser como un  remanso de paz, aunque luego volver se hiciese más costoso. Para hacerlo no bastaba con entrar, la mayoría de los niños compraba golosinas en el estanco más cercano. Supongo que para paliar la amargura de la vuelta a aquel extraño lugar, más extraño por la tarde si cabe.

Lo cierto es que a partir de las 3:15, el momento en el que abrían las puertas, el colegio cobraba ciertos colores intensos y saturados y una atmósfera cargada de pesadumbre que hacían de aquellas dos horas que quedaban por delante un auténtico infierno insoportable. 

Pero yo seguía ahí viendo pasar zapatos libres, coches libres, niños apurando sus últimos minutos de semilibertad... Recuerdo cómo imaginaba cada día que conseguía colarme entre aquellas estrechas rendijas y huir de ahí a toda costa. Pero yo era demasiado grande como para caber por ahí y demasiado pequeño pa poder cambiar la situación. Así que me limitaba a analizar las rutinas del conserje, del portero, de las cuidadoras. Que por cierto, no hacían más que hacernos la vida imposible. Eran unas malfolladas. No podíamos correr, tampoco saltar, ni jugar a la pelota. Lo bueno es que como estábamos en 5º curso, ya podíamos hablar y estar de pie. Nos habíamos deshecho de Tania, aquella cuidadora de habla nasal que nos amordazaba con cinta americana si no permanecíamos en silencio.

Analizaba las rutinas de los trabajadores del centro con el fin de aprovechar algún despiste y escaparme por la puerta por la que salían los profesores. A veces quedaba entreabierta y siempre busqué el momento idóneo, y se dio varias veces, tuve la oportunidad de hacerlo, pero no los cojones suficientes. Me conformaba con seguir mirando la libertad tras las rendijas. Hasta que un día tras unas vacaciones, volví y ya no existían, las habían tapiado. ¡Esos hijos de puta las habían tapiado! No querían que tuviésemos ningún tipo de contacto con la realidad exterior.

Acabaron con mis vistas a la libertad, es cierto. Pero me enseñaron, a base de mal, que cuando no se puede surcar libre el cielo como las palomas, uno encuentra a ras de suelo el más mínimo vestigio de libertad. Y con eso basta. 

lunes, 28 de septiembre de 2015

Poema - Equinoccio

La vida nos pone a prueba, con etapas nuevas,
años y personas que debemos dejar atrás.
Ya florecerá otra primavera, aunque la lluvia prime ahí fuera
y las hojas caigan marchitas en este otoño circunstancial.

Nuestro árbol debió de ser caduco y no perenne.
Fácil que el viento lo despeine,
cuando la tormenta reine
y este sople bravo.

Pero cuando todo amaine
y solo quede un suspiro de aire,
recordaremos nostálgicos
como aún estando a la intemperie nos amamos.

                                                                      Fabián Sosa.

domingo, 16 de agosto de 2015

Poema - Licor 43

Ayer volvimos a abrazarnos borrachos durante unos segundos.
El mundo perdió importancia y tu fragancia me dejó moribundo.
Como un vagabundo buscando a su dama.
Como mi cama esperando a que vuelva a dormir solo
y que a pesar de todo caiga rotundo.

Me fundo en tu regazo con ese abrazo inseparable.
Eterno, como nuestros seis meses ya caducados.
Fuego apagado, brasas inflamables.
¡Qué alguien me salve de este flashback desbocado!

Transcurrió la noche, desenfrenada
entre drogadictos alienados y música vanal.
Anduve perdido por la ciudad mojada
y ya no recuerdo nada; solo un vacío temporal.

Y tal cual, corrí por la calle La Marina,
libre de cadenas. Sentí esa necesidad.
Al resbalar caí sobre un mar de orinas,
abrazando una botella con instinto maternal.


miércoles, 10 de junio de 2015

Poema - Resaca indefinida.

Mírame, no soy mas
que otro poeta anacrónico
en pleno siglo XXI.

Comparto piso con tu ausencia,
y tu recuerdo...tu recuerdo
ya no sabe cómo no
hacerme sentir solo.

Ahora los besos me saben
a ácidas tardes de domingo
en las que hasta verme en el
espejo me resulta repulsivo.

Estoy harto de esta resaca indefinida,
de vomitar poemas
hasta que no quede en mi
ni el mas minimo rastro de bilis.

Mientras, pienso en cuando será
que volveré a beber de tu saliva.

Siento asco.


sábado, 16 de mayo de 2015

Poema - La nuit.

Cae la noche sobre la ciudad olvidada.
Y con ella el estrés y el ajetreo.
Solo quedan semáforos que cuentan
los segundos que quedan
para que amanezca
y vuelva a enloquecer
la ciudad olvidada.

Ya solo quedan comerciantes
cerrando sus negocios,
padres limpiando de la acera
la locura que nos deja el día,
y gatos que salen a contemplar
como la luna, tan grande y sola,
observa detenidamente
al borracho del parque.

Ya solo quedan putas y jonkies,
borrachos y gatos,
semáforos y currantes,
soledad y nostalgia.

Y la luna sigue
tan grande y sola.
Hasta que amanezca,
incondicional.
Ahí en el cielo,
fiel como un perro.
La luna.

jueves, 7 de mayo de 2015

Relato corto - "La esencia del café o de las personas."


    Café, somos granos de café. Nunca antes lo habías pensado, ¿verdad?. Yo tampoco...

    Y está bien, algunos somos productos del azar, es cierto, algún pequeño agricultor debió sembrar la semilla que fuimos sin intención de hacerlo, lo asumo. Pero ¿que me dicen de aquellos, que como algunos de ustedes, no son más que producto de la necesidad que creó el mercado?. ¡Qué triste!. Eres hijo del marketing. La maceta que te crió no es más que un vientre de alquiler, no la llames mamá. Ni siente, ni padece. A día de hoy tú no conoces la realidad, te arrebataron de tu suelo original, te transplantaron y ahora dime: ¿donde quedaron tus raíces?. No sabe, no responde. Ya te digo yo: olvidadas, buscando alguna planta a la que nutrir de valores. Pero sigue, sigue mirándome por encima del hombro...

    Mira a tu alrededor. Todo es estéril, artificial. Estás rodeado de cientos como tú, y todos dentro del mismo invernadero. Sois una explotación intensiva con meros fines económicos, tus papás te miran y en tus hojas no ven más que beneficio. Es por eso que te miman. Es por eso que te dan calor, eso sí, calor de lámpara, calor frío. Te alimentan con los mejores abonos, y esa manguera automática, te da de beber cada día a la misma hora. Pero recuerda, tus raíces están olvidadas, pudriéndose entre larvas, enterradas en la maceta que te dio la vida. Ahora sigue mirándome por encima del hombro...

    Yo, grano de café ecológico, probablemente no acabe dentro de un paquete entre granos selectos de la mejor calidad. Pero mírame, conservo mis raíces, me nutro día a día de realidad y conozco las inclemencias del tiempo. Y cuando acabemos diluidos en agua, sentirás que nada de todo el proceso al que has sido sometido ha valido la pena. Cuando notes un fuerte e inesperado soplido por tu espalda, proveniente del embudo del depósito de la cafetera y sientas que te precipitas por un sumidero, cuando te veas desatascando las sucias tuberías de una vieja casa a tu paso por ellas, entonces, y solo entonces desearás no haber renegado de tus raíces. Por ahora, puedes seguir mirándome por encima del hombro...

     Yo, para entonces ya habré paliado el sueño del poeta que se quedó escribiendo hasta tarde, o quizás me haya derramado sobre alguno de sus versos. O quizás haya acabado en la comisura de los labios de una bella mujer. O quizás haya servido de abono para la propia planta que me dio la vida. A saber...

    ¿Y ahora qué pasa? ¿Ya no te queda soberbia para mirarme por encima del hombro? ¿Dónde está aquella arrogancia? Ah, ya sé. Debió irse por el sumidero.

Fabián Sosa.